martes, 5 de julio de 2011

Día del orto

Hoy REALMENTE fue un día de mierda. Empezó bien, desayuné, bárbaro.
Me dispongo a viajar hacia el trabajo en tren, me subo, y queda parado en la siguiente estación. El tren en el que yo viajaba quedaba suspendido, y debía ir al andén 3 para tomar el próximo con destino a Plaza Constitución. Lo perdí, obviamente. Había demasiada cantidad de gente y no llegué a tiempo.
El tren que le seguía, partía por otro anden, así que para no volver a perder tiempo crucé la vía a pie. Me sentí una delincuente. Tuve suerte, el tren vino en seguida y me subí.
No pedí el asiento esta vez (la otra tampoco) y viajé de pie. El viaje fue bastante ameno, escuchando música, mirando por las ventanas y pensando cosas que ya no me acuerdo.
Al llegar el tren a destino, me acomodo para salir. La gente que estaba más cercana a la puerta comenzó a salir, y así. Un hombre que estaba a mi izquierda empieza a empujarme con su pecho para que salga, cosa que no era posible en lo absoluto, dado que quienes estaban delante mío esperaban su turno pacientemente, como cualquier otro, para salir del tren en armonía. Cuando el hombre me empuja, lo miro y me pongo derecha, acomodo mi cartera y mi codo queda rozándole el pecho. Me vuelve a empujar... Esta vez pongo un poco más de énfasis en el codo.
El tipo empezó a insultarme y a gritar porque puse mi codo para defender mi cuerpo, siendo que él me estaba empujando vanamente, buscando una salida que no iba a encontrar a menos que sepa desparticularizarse, volar o teletransportarse, o bien, a menos que sepa ser paciente. ¡La gente es increíble!
Al principio yo lo traté con respeto, pese a que el hombre de entrada me insultó. Al ver que no reponía su actitud, también le grité y lo insulté. Lo más suave que le dije fue "viejo pelotudo". Me dejó alterada, sensible.
Llego al trabajo, subo al ascensor y me pongo a llorar. Llego a la oficina, saludo, me ven llorando y me preguntan qué pasó. Les cuento, sabiendo y diciendo que realmente es una pelotudez, pero potenciado todo debido a mi estado. Me entienden y me apapachan. Al rato se me pasa la angustia y la bronca que ese pelotudo me dejó.
El día siguó transcurriendo sin nada trascendental.
A la hora de irme, debo llevar un escrito a un sector que no conocía, muy lejos de mi oficina. Resulta que no era donde me dijeron que debía ser, y me pasearon por todo el primer piso. A la hora de irme.. Malhumor latente, malhumor latente.
Vuelvo en auto, con madre y padrastro, hablando de política y de las cosas que no hay que decir en determinados lugares, y porqué no hay que decirlas.
Llego a casa de madre. Hoy es el cumpleaños número 77 de mi abuela materna, Esther. El panorama: Mi sobrina llorando, mi hermana gritando y enojada, un LCD de 32 pulgadas a medio armar sobre la mesa (regalo de mi mamá y mi padrastro a mi abuela), un montón de papel glacé y hojas canson, plasticola, el piso sucio. Mi abuela en la habitación. Casi se cayó en la ducha, alegremente no le pasó nada grave. La saludo.
Tocan el timbre, fui a abrir. Suena de nuevo, vuelvo a ir. Y una vez más. Cuando vuelve a sonar, aviso que yo no voy a ir. Mi hermana gritando. "Te dije que yo no voy a ir  a abrir otra vez, andá vos". Al final fue Agustín a abrir. Era una vecina amiga de la familia.
Y pensé: "la verdad que hoy fue un día del orto... tengo que quitarme el peso de encima y quejarme, y no importa si nadie me apoya, al menos me quejo y me sirve para estar mejor". Y acá estoy. Describiendo mi día.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Pero quejesé, m'hijita, quejesé! Acá tiene un par de ojos que la leen y asienten, sobre todo en la anécdota roquística. Si te entenderé!! Apapacho a la distancia, bella!

Demian Freeak dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Demian Freeak dijo...

Muy bueno eli, extrañaba tus anécdotas! si, si, ya se que no voy pero... friooo... estoy pensando en invernar.